Las jóvenes brisas errantes saben,
tan bien como el pastizal naciente insoslayable
de la soledad neurótica del viejo campo que, no puede sino, levantar la marea con su llanto inconsolable;
y ellos semillas fecundas vacuas de experiencia,
ignorantes ven con los ojos que Inocencia les ha prestado;
preguntan inquietos,
preguntan hoy y preguntarán mañana,
y preguntarán pasado y en el futuro evanescente;
padre antiguo, suelo sabio;
¿por qué?
ay hijos de la historia,
ay dueños futuros de la vida,
por el sabor de la sangre;
por el sonido de los huesos al romperse;
por el terremoto de los metales infalibles;
la carne mimetizada, inmisericorde el aluminio oxidado;
acaso no saben que, si en algo coinciden,
es que ellos fueron condenados al hacha injusta,
bajo el manto negro del ruido acuciante, horror inefable?
y se pudren sobre si
y serán parte de mi
y yo aullare, inutil, para que la luna me deje olvidar y guardar en el olvido al pedido de olvidar;
y sin embargo, digo hoy,
y diré mañana,
y diré pasado y en el futuro evanescente,
que lloro bajo el ancla implacable del hecho que recuerdo.
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