CARTA N°3

Estimado Sr. Rodman.


Primeramente, quiero hacerle saber que comprendo completamente su estupor, precisamente porque lo que le estoy proponiendo no es algo que en sí mismo no pueda comprender riesgos y vicisitudes varias; pero si le he hecho esta solicitud, es porque yo firmemente creía que usted tenía un compromiso, como usted me responde, con los valores fundamentales de la justicia, el orden y la equidad para aquellos que son iguales; y le hago saber, el simple hecho de que me hayan condenado a cincuenta años de prisión, sabiendo que aquella sobreestimación de la condena, para alguien de ya avanzada edad como yo, es por lo menos, simbólicamente malévola, y más dirigida hacia un hombre, unos hombres, puesto que no soy el único que, le hago saber, empleamos todas las fuerzas conferidas por Dios para aplacar la erraticidad de un enjambre de inadaptados que aterrorizaba el buen argentino y que, le hago saber, las fuerzas armadas argentinas estuvimos más que a la altura de las circunstancias y que, como respuesta ante nuestros servicios, ante haber puesto en juego nuestras propias vidas y las de nuestras familias, nuestra propia nación, le hago saber, le aclaro, puesto que en su país tanto al nivel civil como el institucional este tratado vil a su propio ejercito sería inconcebible, nos condena al enmohecimiento dentro de celdas grises que no son más que jaulas monolíticas de la iconización de la injusticia, lo cual, sigo creyendo así como me lo afirma, está a las antípodas de su obrar ideológico y por ello sigo considerando que usted es el único que puedo colaborar en esta causa, si quiere ponerlo en esos terminos, noble, en defensa de la moral y los valores fundamentales que hicieron a su nación grande, la matríz del mundo, diría yo. Le pido que reconsidere y que reflexione sobre lo expuesto en esta carta que yo le envío; le recuerdo que no soy el único, también se encuentran en la lista de presos políticos mis compañeros Emilio Massera, Orlando Agosti, Roberto Viola, entre muchos otros, a los cuales desde su plataforma internacionalmente reconocida y respetada, puede defender y adoptarlo como su causa, una causa que incluso, piénselo, puede superar los límites de incumbencia del territorio argentino y llevarlo hacia otros mares, sedimentandolo a usted como una figura de renombre en defensa de la justicia, de la equidad para los iguales y para los no iguales. “La libertad no es un derecho, es un deber. No es una igualdad, es un derecho” así como lo dijo Benito Mussolini, y es así cómo se describe la situación que estamos viviendo actualmente, una lucha por el poder en la que tenemos que vencer y que se está dando desde mucho antes de escrita esta carta. Como Juan de Arco que fue condenada en Ruan por jueces que pusieron en primer lugar sus propias convicciones y no se subordinaron ante la veracidad de los acontecimientos, dejando de lado la intencionalidad liberadora y profundamente cristiana de la muchacha que mandaron a quemar viva injustamente, y de cuyas irregularidades nos enteramos en las décadas subsecuentes luego del hecho aberrante, si de algo estoy seguro, así sucederá también con nosotros; el devenir de la historia culminará dándonos la razón y devolviendonos el respeto que nos adeudan; contribuya usted tampoco ahora que es consciente de la verdad que se le presenta cruda antes sus ojos a la reproducción de lo destructivo. No caiga ante la bajeza de la hipocresía, sea consecuente con lo que piensa y lo que hace.


Espero su respuesta,


Tte. General. Jorge Rafael Videla.


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